Volver a empezar
Lo intentaste. Fracasaste.
Da igual.
Prueba otra vez.
Fracasa otra vez.
Fracasa mejor.
Samuel Beckett
Mi caja escolar es la campaña solidaria de nuestra Fundación que tiene por misión llevarles a 454 niños y niñas participantes, que viven en situación de extrema vulnerabilidad, la oportunidad de vivir un inicio de clases como merece cualquier niño: con ilusión, entusiasmo y dignidad.
Todos recordamos –sin dudas– un momento o varios de nuestro primer día de clases. Recordamos seguramente el olor tan particular de los útiles escolares nuevos, sacados del paquete, la textura de la mochila nueva, la forma de los cuadernos impecables, los guardapolvos planchados y los zapatos lustrados. Todo en nuestra mochila anunciaba una especie de Año Nuevo.
El Año Nuevo y el inicio de clases se parecen muchísimo. Simbólicamente, en nuestro imaginario, esos momentos nos dan una oportunidad de renovar objetivos, metas y promesas, nos permiten hacer un balance de lo que no anduvo, lo que sí y lo que definitivamente queremos cambiar. Es como si fuera realmente un “borrón y cuenta nueva”. Lo que pasó el año pasado, lo zaparrastroso que haya terminado los últimos días de clases con restos de uniforme y con apenas un lápiz y una birome por toda cartuchera ya está. No importa. El próximo año lo voy a hacer mejor. Dicha oportunidad viene, entre otras cosas, de la certeza de renovación o renacimiento de todo lo necesario: útiles, mochila, guardapolvo impecable: todo anuncia una nueva oportunidad para hacer las cosas mejor: cuidar más los útiles para que me duren, estudiar todos los días un poquito para que no se me acumule tanto, charlar menos, socializar más, participar en clase, ir a la bandera, quizá, si me interesa el desafío.
Un primer día de clases con todo lo necesario brinda, en la infancia, la sensación sagrada y fundamental para la vida de que se puede volver a empezar, volver a intentarlo porque nunca es tarde.
¿Qué pasa con los chicos que no tienen la posibilidad de alimentar esa esperanza? ¿En qué piensan ellos cuando se acerca el inicio de clases y las cosas faltan o están por partes, juntadas de aquí y de allá? ¿Habrá lugar para el entusiasmo y la emoción? ¿Cómo harán las mamás proecupadas para disimular los faltantes y procurar la alegría? ¿Y qué pasa cuando llegan al colegio y todos se miran y se miden y entonces los miran y los miden? No sé si habrá un momento de la infancia de mayor exposición para una niño que el primer día de clases.
Hace 9 años ya que encaramos esta campaña en la que ponemos todo porque es enorme, cara y pretenciosa. Los imaginamos nuestro hijos y queremos que todos y cada uno de los niños participantes de Pequeños Puentes crezca con esa idea sagrada de nueva oportunidad. Que, con más facilidad y menos obstáculos, encarne el hecho de que nunca, jamás hay que rendirse y que siempre –siempre, siempre– se puede y debe volver a empezar.
Pilar Medina
Directora y Fundadora